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COSAS DE LA BIBLIA

Los amigos de Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret, figura central en la historia espiritual y cultural de la humanidad, no recorrió su camino en soledad. A lo largo de su vida, estuvo rodeado de personas con quienes compartió momentos de enseñanza, alegría, dolor y esperanza. Estas amistades, lejos de ser meras relaciones circunstanciales, reflejan la importancia de la comunidad, el apoyo mutuo y el amor incondicional que Jesús predicó. En este documento, exploraremos quiénes fueron los amigos de Jesús de Nazaret, cómo se desarrollaron estas relaciones y el impacto que tuvieron en su misión y legado.

La amistad en el corazón del mensaje de Jesús

Antes de adentrarnos en los nombres y rostros concretos, conviene subrayar que la amistad, tal como la vivió y enseñó Jesús, trasciende la simple camaradería. Para Jesús, la amistad era sinónimo de entrega, de servicio y de comunión profunda. "Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos", declaró en una de sus enseñanzas más célebres. Así, sus seguidores y amigas/os no sólo fueron personas cercanas, sino también partícipes fundamentales del mensaje transformador que difundió.

Los Doce: el círculo más cercano

El grupo de los Doce, conocido como “los apóstoles”, constituye el círculo más íntimo de Jesús. Cada una de estas personas fue llamada personalmente para acompañarlo a lo largo de su vida pública, compartir su misión y, eventualmente, continuar su obra. Los nombres más reconocidos incluyen a:

  • Pedro (Simón): Pescador de Galilea, fue uno de los primeros en seguir a Jesús. Destacó por su carácter apasionado y su fe, pero también por sus dudas. Según la tradición, Jesús le confió un papel de liderazgo entre sus seguidoras y seguidores.

  • Juan y Santiago, hijos de Zebedeo: Hermanos y también pescadores, formaban parte del círculo interno. Juan es considerado el “discípulo amado” y testigo presente en los momentos más significativos, como la crucifixión.

  • Andrés: Hermano de Pedro y también pescador, fue quien presentó a varios otros a Jesús.

  • Felipe: Se le menciona como alguien dispuesto a aprender y con preguntas profundas sobre la fe.

  • Natanael (Bartolomé): Destacado por su honestidad y apertura ante Jesús.

  • Mateo (Leví): Recaudador de impuestos, su llamado resalta el mensaje inclusivo de Jesús hacia personas consideradas marginadas.

  • Tadeo (Judas, hijo de Santiago)

  • Simón el Zelote

  • Tomás: Conocido por su escepticismo y sinceridad; su historia muestra que la duda es parte de la fe.

  • Santiago el Menor

  • Judas Iscariote: Quien, a pesar de su traición, formó parte del círculo más cercano hasta el final.

Cada uno de ellos representaba distintos orígenes, profesiones y temperamentos, reflejando la diversidad del pueblo de Israel.

Amigas y seguidores: el rostro femenino de la amistad

La amistad de Jesús no se limitó sólo a los hombres. Diversas mujeres jugaron un papel fundamental en su vida y ministerio, acompañándolo en momentos claves y mostrando una fe y lealtad inquebrantables.

  • María Magdalena: Figura central en los Evangelios, fue una de las primeras en seguir a Jesús y testigo de su resurrección. Su amistad es símbolo de la transformación y del amor restaurador.

  • María de Betania: Hermana de Marta y Lázaro, mostró una profunda comprensión y afecto hacia Jesús, como lo demuestra la unción en Betania.

  • Marta de Betania: Hermana de María y Lázaro, famosa por su hospitalidad y su diálogo con Jesús sobre la vida y la confianza.

  • Juana, Susana y otras: Mujeres de distintas condiciones sociales que apoyaron el ministerio de Jesús con recursos y presencia.

La presencia de mujeres en el grupo de amistades de Jesús fue revolucionaria para su época, ya que ellas no sólo apoyaban económicamente su misión, sino que participaban activamente como discípulas y testigos.

Lázaro: amistad más allá de la muerte

Uno de los relatos más conmovedores sobre la amistad en la vida de Jesús está ligado a la figura de Lázaro. Hermano de Marta y María, residía en Betania y era considerado un amigo muy querido por Jesús. La resurrección de Lázaro es uno de los signos más poderosos de la compasión de Jesús y de la profundidad de su afecto. El llanto de Jesús ante la tumba de su amigo refleja la humanidad plena de quien es capaz de compartir el dolor y la esperanza.

Amistades cotidianas y encuentros transformadores

Más allá de los nombres conocidos, Jesús cultivó amistades y relaciones con una amplia gama de personas: pescadoras, campesinas, recaudadores de impuestos, samaritanas, personas enfermas y marginadas. A menudo, sus amistades rompían las barreras sociales, religiosas y culturales de su tiempo. Por ejemplo, su diálogo con la samaritana en el pozo de Sicar, el encuentro con Zaqueo, el recaudador de impuestos en Jericó, o la relación con personas excluidas por la sociedad hebrea, muestran su apertura y su capacidad de acoger a todas y todos sin distinción.

Rasgos de la amistad según Jesús

La vida de Jesús invita a reflexionar sobre lo que significa ser amigo o amiga. Algunos de los rasgos que caracterizan su forma de relacionarse incluyen:

  • La acogida incondicional: Jesús abrazaba a todas las personas, sin importar su origen, historia o condición.

  • El perdón y la misericordia: Su trato con quienes se equivocaban era siempre compasivo.

  • La escucha activa: Jesús dedicaba tiempo a escuchar y comprender las inquietudes de quienes lo rodeaban.

  • La lealtad y el compromiso: Nunca abandonó a sus amigas y amigos, incluso en los momentos más difíciles.

  • La verdad y la sinceridad: Sus palabras y gestos nacían de una autenticidad profunda.

El legado de la amistad de Jesús

La influencia de las amistades de Jesús se percibe hasta el día de hoy. Sus discípulas/os y amigas/os continuaron difundiendo su mensaje de amor, solidaridad y esperanza, sentando las bases de comunidades que, al paso de los siglos, han buscado imitar su ejemplo de entrega y compasión. La amistad, en la perspectiva de Jesús, es una invitación a la apertura, a la empatía y al compromiso radical con el bienestar ajeno.

Los amigos y amigas de Jesús de Nazaret, lejos de ser figuras distantes o mitológicas, fueron personas reales que compartieron alegrías, dudas y desafíos junto a él. Sus historias muestran que la espiritualidad auténtica se vive y se transmite en compañía, que el amor se multiplica en comunidad y que la amistad es un don capaz de transformar vidas.

Hoy, la figura de Jesús sigue inspirando a personas de todo el mundo a buscar amistades profundas, a abrirse a otras realidades y a vivir el amor en su sentido más pleno y universal.


¿NOS COMPADECEMOS O PASAMOS DE LARGO?

El relato del evangelio comienza en un clima de desconfianza y desafío. Un maestro de la ley quiere poner a prueba a Jesús, porque mucha gente le llama “maestro”, sin haber sido reconocido oficialmente como tal. El estudio de la ley era duro y exigía mucha dedicación. A cambio, el título permitía ser un referente a la hora de interpretar la ley o discutir sobre ella. Cuando se llegaba a una casuística exagerada, el maestro de la ley tenía la última palabra.

Podemos suponer que quien tenía el título no querría que alguien que no lo tenía le hiciera la competencia. Había una solución: dejar a Jesús en ridículo públicamente. Por eso le pone a prueba con una pregunta fundamental: ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?

No le hace cualquier pregunta relacionada con el trabajo, el bienestar o las costumbres, sino que apunta directamente a la salvación. Y ¿quién puede tener “la clave” de la salvación, sino quien conoce la respuesta de memoria, porque se la ha aprendido? (Nota: también ahora adolecemos del mismo mal…)

El maestro de la ley quiso justificarse, como hacemos cualquiera de nosotr@s a menudo. Porque amar a Dios tiene muchas escapatorias, muchos “atajos”. Podemos creer que le amamos, ofreciéndole ritos que Jesús denunció reiteradas veces. Recordemos: “Misericordia quiero, no sacrificios”.

Sin embargo, para amar al prójimo solo hay dos caminos: pasar de largo o compadecernos. No hay escapatoria posible.

Hoy es un buen día para recordar los rostros y los nombres de las personas que nos hemos ido encontrando por el camino de la vida, esas personas que nos necesitaban y, en lugar de ayudarles, hemos pasado de largo.

Es posible que, para tranquilizar nuestra conciencia, le hayamos pedido a Dios que hiciera nuestro trabajo. Es más cómodo orar e interceder por las necesidades ajenas que “curar las heridas y montar al prójimo en la cabalgadura en la que vamos sentados cómodamente”.

Hoy, hay millones de hombres, mujeres y niñ@s que están tan maltratad@s como el hombre que cayó en mano de bandidos. Much@s huyen de sus lugares de origen buscando la paz y el pan de cada día. Están entre nosotr@s. ¿Pasamos de largo o nos compadecemos?

La Palabra nos interpela con fuerza: Practicar la misericordia, es dirigir nuestro corazón, nuestra alma, nuestras fuerzas y nuestra mente hacia la miseria del prójimo. Ojalá nos sacudan las frases: “Haz esto y tendrás vida”, “Anda y haz tú lo mismo”.


Vuestros curas

Que un joven sacerdote se suicide es una noticia triste que te deja paralizado y sin palabras. Italia, las redes, la Iglesia, se convierten en un improvisado velatorio donde unos callan y otros comentan sin prudencia, sin vergüenza, sin una pequeña chispa de compasión.

Los curas somos, antes que cualquier cosa, personas, como todo el mundo. Por mucho que nos vistamos de otra manera, que nos sitúen o nos situemos en un escalón superior de la santidad, somos, ante todo, personas. Con una vocación, preciosa, compleja, luminosa y difícil, pero ante todo personas.

Cuando nos divinizan nos suben a púlpitos altos desde donde más grande y terrible será la caída. Mucho más inteligente, prudente y real, sería sabernos a la altura existencial de todo el mundo.

Nuestro estilo de vida que a veces se idealiza o se llena de espiritualismos, muchas veces es difícil, azuzados por la soledad, los fracasos pastorales o existenciales, las colisiones con los que nos mandan, el cansancio ante tantos frentes, la ingratitud después de tanto esfuerzo. Y no digamos las puñaladas y las críticas y envidias entre nosotros mismos. Hay curas Torquemadas que reparten mandobles a diestro y siniestro a curas obispos, incluso el Papa… Envidias, incomprensiones, incapacidad para trabajar juntos. Solteros avinagrados y raros que aburren a las moscas. Todo el día hablando de sotanas, clerygmans, ornamentos y trapitos como primer artículo de la fe.

También tenemos nuestro carácter, nuestras propias taras; somos débiles y nos cansamos. Tenemos familias con sus problemas, frustraciones, nuestra propia ración de pecados e incoherencias. Nos sentimos elegidos inexplicablemente y llevamos nuestros tesoros en vasijas barro agrietado y mil veces reconstruido. Tenemos nuestra afectividad y sexualidad, nuestro cuerpo muchas veces poco cuidado, nuestra mente, nuestras depresiones y adicciones, nuestros milagros cotidianos que vemos que ocurren a través nuestro para mayor gloria de Dios, porque nuestra debilidad es nuestra fortaleza.

Para el mundo somos abusadores, pederastas, vagos, vivimos y comemos como curas. Somos todos fachas, amanerados, herederos de todas las crueldades de la Iglesia a lo largo de los siglos y por ello obligados a callar en los espacios públicos, llenos de prejuicios hacia los sacerdotes. Los curas que salen en las series y en las pelis suele ser raros, malos, pervertidos… Estamos apañados. Cada vez menos y más viejos.

Y a veces las comunidades tampoco cuidan mucho de sus curas. Eres blanco de críticas, de incomprensiones, cercado por la soledad de la noche que a veces se hace tan larga.

Hay curas maravillosos en nuestras historias. Con sus vidas entregadas crearon comunidades donde nos pudimos encontrar con Dios a través de ellos, tan cercanos, tan apasionados, tan únicos. Ser cura es una experiencia de vida maravillosa también, compartiendo la fe y la vida de tantas personas en momentos tan centrales de su vida: nacer, amar, perdonar, a compartir, morir...

Estos días y noches pienso en la noche oscura de este joven padre italiano que se quitó del medio. Y lo dejo en manos de Jesús que conoce nuestras simas y debilidades. Recuerdo a los curas rurales que hacen la vida en un coche todo el día haciendo funerales. Los curas que son el corazón del barrio levando fe y esperanza a todos los rincones de la ciudad. Los que cayeron y los que permanecen.

Cuidémonos amigos. Valoremos nuestra diversidad, Respetemos nuestros estilos pastorales. Tengamos compasión ante los que lo dejaron, se enamoraron, o se fueron tras años y años de vida entregada. Los curas viejos del asilo, los curas que lo dieron todo y pocos les van a ver.

Cuidadnos, con vuestra cercanía, con vuestro cariño, con vuestra oración, con vuestra comprensión y también, como no, con vuestro perdón. Vuestros curas. Vuestros siempre.

PROFESIÓN DE FE

Os propongo un credo no dogmático. Viene a ser como las bienaventuranzas escritas en forma de "le creo a Jesús"

Creo que son felices los que comparten,

los que viven con poco,

los que no viven esclavos de sus deseos.

Creo que son felices los que saben sufrir,

encuentran en Ti y en sus hermanos el consuelo

y saben dar consuelo a los que sufren.

Creo que son felices los que saben perdonar,

los que se dejan perdonar por sus hermanos,

los que viven con gozo tu perdón.

Creo que son felices los de corazón limpio,

los que ven lo mejor de los demás,

los que viven en sinceridad y en verdad.

Creo que son felices los que siembran la paz,

los que tratan a todos como a tus hijos,

los que siembran el respeto y la concordia.

Creo que son felices los que trabajan

por un mundo más justo y más santo,

y que son más felices

si tienen que sufrir por conseguirlo.

Creo que son felices los que no guardan en su granero

el trigo de esta vida que termina,

sino que lo siembran, sin medida,

para que dé fruto de Vida que no acaba.

Y creo todo esto porque creo

en Jesús de Nazaret, el Hijo,

el hombre lleno del Espíritu,

Jesucristo, el Señor.


El doble rasero

El doble rasero es eso que ocurre cuando juzgas de manera diferente en función de personas e ideologías. Ocurre en la cultura, en la política, en el deporte, en la religión… Cuando justificas en los afines lo que no toleras en los diferentes. Cuando siempre encuentras un motivo para aceptar lo que hacen quienes consideras ‘los tuyos’, pero nunca lo encuentras para intentar comprender si eso mismo lo hacen ‘los ajenos’.

Uno podría pensar que esto del doble rasero es una forma de hipocresía. Lo lamentable es que la mayoría de las veces no lo es, y es más bien una forma de ceguera, o incluso de esclavitud, porque quien juzga así, quizás es inconsciente de ello, y se termina creyendo sus propios argumentos. Y lo cree porque le ciega la ideología, la afinidad o el sectarismo de turno.

Por doble rasero tachas de inmoral en otros lo que es normal en los tuyos. Denuncias como obscenos lenguajes que, sin embargo, cuando salen de labios amigos resulta que son poesía. Las mismas conductas que exiges a los rivales las ves perfectamente prescindibles en los aliados.

Lo peor es que esa ceguera nos hace tremendamente dóciles. Porque quien manipula sí es consciente de las duplicidades, las contradicciones y las dos varas de medir que guarda en su cajón. Pero quien se deja manipular se va convirtiendo, poco a poco, en hooligan, forofo acrítico y, sin darse cuenta, cautivo de sus propias decisiones.

Somos mucho más capaces de criterio propio que todo eso. Solo hay que tomar distancia, pensar más, y negarse a que nadie dé por sentado que, pase lo que pase, somos de los suyos.

La banalidad

Decir de algo que es banal es decir que es prescindible, superficial, intrascendente. Hay, en la vida contemporánea, muchas vivencias que pueden ser así descritas. Banal es el peso de la imagen y la apariencia física que se convierte en obsesión. También la capacidad, tan contemporánea, de opinar, sobre todo, sin necesidad de que dicha opinión venga un poco elaborada o fundamentada en lectura, información, conocimiento… Banal es el imperativo de la diversión que hace que tanta gente tenga como único criterio de decisión el «pasarlo bien», algo que ayuda de vez en cuando, pero no puede ser el único sentido en la vida. Banal es la inconsistencia con que muchas personas desechan lo que no entienden. Es la proliferación de ofertas que permiten elegir la evasión frente al compromiso. Lo banal, de algún modo, sería lo opuesto a lo profundo.

Pues bien, existe un laberinto en el que los quiebros y requiebros del camino tienen que ver con la banalidad. Es un encierro sutil, porque a menudo pasa desapercibido. Estás perdido, vagando, sin rumbo, y ni siquiera lo sabes. Este laberinto no es tan doloroso como algunos otros, que inmediatamente te hacen ser muy consciente de estar en una prisión. En este caso puedes vivir constantemente entretenido, de escaparate en escaparate, consumiendo sensaciones, y hasta piensas que estás bien, que estás haciendo lo que quieres. Caminas de un lado a otro, giras, vas, vuelves, pasando una y otra vez por los mismos lugares que cambian de apariencia. Y ni te das cuenta de que estás encerrado en una prisión de espejos. Quizás porque ignoras que al otro lado de esos muros hay una vida profunda, mucho más auténtica. A veces, el caminante intuye esa vida de fuera. A veces anhela algo diferente. A veces se ve sin maquillaje ni apariencia, y siente que la vida podría ser otra cosa, pero rápidamente elige volver al vértigo, al engaño, a la emoción, aunque sea generada artificialmente.

¿Cómo salir de este laberinto? Quizás en este caso la forma de hacerlo es frenar. Detenerse en un punto, y negarse a seguir vagando, sin rumbo ni intención. Poder plantearse algunas preguntas necesarias. ¿Qué es innegociable en mi vida? ¿Qué valores no estoy dispuesto a traicionar? ¿Creo en algo? ¿En qué? ¿En Quién? ¿Por qué? Solo tengo una vida, ¿qué quiero construir en ella? Y mis dudas, ¿a dónde me llevan? ¿Cuáles son los nombres importantes en mi historia (es decir, hay amor verdadero)? Tal vez esas preguntas puedan ayudarle a abrir la puerta de dentro, y descubrir esas habitaciones cerradas donde, sin él saberlo, hay una verdad mucho más profunda, más fecunda, y más llena de posibilidades.


El mayor obstáculo para tener paz es un corazón cerrado

Cuando cerramos nuestro corazón a Dios y nos alejamos de Él, nos alejamos del calor de su amor y de la bondad que quiere darnos, siendo un obstáculo para la paz

Todos deseamos paz en nuestra alma, una paz que nos impida estar ansiosos por las muchas cosas que pasan en nuestras vidas. Aunque puede haber numerosas fuentes de inquietud en el alma de una persona, un obstáculo mayor es un corazón cerrado a Dios.

Esto se refiere a un corazón que no está abierto y receptivo a la voz de Dios.

Abre bien tu corazón

San Ambrosio escribió sobre este tema en una exposición del salmo 118 que figura en el Oficio de Lecturas. Comienza explicando lo importante que es tener un corazón abierto:

"Mi Padre y yo vendremos y haremos nuestro hogar con él. Deja que tu puerta esté abierta para recibirle, abre tu alma a él, ofrécele una bienvenida en tu mente, y entonces verás las riquezas de la sencillez, los tesoros de la paz, la alegría de la gracia. Abre de par en par la puerta de tu corazón, ponte ante el sol de la luz eterna que brilla sobre todo hombre. Esta luz verdadera brilla sobre todos, pero si alguien cierra su ventana se privará de la luz eterna. Si cierras la puerta de tu mente, dejas fuera a Cristo. Aunque Él puede entrar, no quiere hacerlo a la fuerza, ni obligarnos a admitirlo contra nuestra voluntad".

Es importante darse cuenta de que Dios no va a forzar su entrada en nuestras vidas. Espera pacientemente a que respondamos a su invitación.

No va a ser un tirano ni va a enviar un bombardeo militar a nuestro corazón. Por el contrario, va a esperar a que estemos abiertos para recibir su mensaje.

Quita cualquier obstáculo

El truco está en que un corazón abierto no equivale al número de rosarios que recemos al día. Requiere una disposición de apertura y receptividad.

Podríamos ir a Misa todos los días de nuestra vida y seguiríamos cerrados a Dios.

San Ambrosio nos exhorta a abrir de par en par las puertas de nuestro corazón:

"Nuestra alma tiene una puerta; tiene puertas. Levantad la cabeza, oh puertas, y alzaos, puertas eternas, y entrará el Rey de la gloria. Si abres las puertas de tu fe, el Rey de la gloria entrará en tu casa en la procesión triunfal en honor de su pasión. También la santidad tiene sus puertas. Leemos en la Escritura lo que dijo el Señor Jesús por medio de su profeta: Abridme las puertas de la santidad".

No es fácil abrirse a Dios, pues requiere confianza en su plan misericordioso para nosotros. Puede que no sepamos adónde nos llevará, pero tenemos que confiar en que será para nuestro bien.

Domingo 15, tiempo ordinario:

13 de julio de 2025

«Anda y haz tú lo mismo»

INTRODUCCIÓN

El centro es amar. Demasiadas veces ponemos el centro de lo religioso en entender, aceptar, creer verdades. No es así. El centro no es el cerebro, sino el corazón. El centro no es la teoría sino el comportamiento. El secreto no es la erudición sino la con-pasión. Dios no es un enigma de naturalezas y personas, de procesiones y trascendencias. Dios es Abbá, es decir, Dios es amor. Y el amor no es entender, es sentir, conmoverse, acercarse, dar la mano, ser positivo, aceptar…No hace falta que nadie suba a las estrellas o viaje a los confines del mar. No hace falta que se escriban bibliotecas enteras sobre la divinidad y la humanidad. El evangelio es Buena Noticia, sobre todo, porque es sabiduría de los sencillos, evidente para los hombres de buena voluntad. Ni Jesús es complicado, ni la cristología es un crucigrama, ni la divinidad es para especialistas. «Jesús, lleno del Espíritu, exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado todo esto a los sabios y a los poderosos y lo has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así lo has querido» (José Enrique Galarreta).

LECTURAS

1ª lectura: Dt. 30, 10-14.                    2ª Lectura: Col. 1, 15-20

EVANGELIO

San Lucas 10, 25-37:

En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».

El respondió: «“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”». Él le dijo: «Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida». Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:

«¿Y quién es mi prójimo?». Respondió Jesús diciendo:

«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».

REFLEXIÓN.

1.- El amor no consiste en palabras sino en obras. Ante la pregunta del fariseo ¿quién es mi prójimo? Jesús no hace un discurso bonito sobre el amor, sino que le deja ante un caso de extrema necesidad Aquel hombre que estaba medio muerto no tenía nombre. No se dice que fuera un judío o un pagano. Era simple y llanamente: un hombre. En la caridad no hay que mirar a las etiquetas que ponemos los hombres. Basta que sea una persona. El sacerdote y el escriba que bajaban “casualmente” por ahí… Ellos están acostumbrados a los caminos del Templo, pero no frecuentan los caminos y las cunetas de los hombres con sus problemas… Dan un rodeo. Desde Jesús ya no se puede ir a Dios dando rodeos al hombre. El templo ya no es el gran templo de Jerusalén recientemente reconstruido por Herodes el Grande. El Templo es cada persona con sus derechos y su dignidad.

2.- El amor no consiste sólo en dar, sino en darse. El samaritano, el que nunca va al templo de Jerusalén, no pasa de largo, sino que se queda con aquel que lo necesita… Lleva su marcha, su programa, su proyecto…pero ante aquel hombre deja todo y se pone a servirle… Le dio aceite, vinagre, le curó, le montó en la cabalgadura… Nos preguntamos qué hubiera pasado si el samaritano le hubiera dejado el aceite, el vinagre y la cartera…Pues que se hubiera muerto. ¡eso sí! Con la cartera a su lado… Lo montó en la cabalgadura… Y él se apeó…La caridad no consiste en dar sino en darse…Dar una limosna para que ese pobre deje de molestarme no es caridad. Párate un poco, pregunta cómo se llama, de donde viene, qué le ocurre…y déjale tu limosna. Lo que más te va a agradecer no es la limosna sino el pequeño tiempo que le has dado. Al final, sonreirá y tú te marcharás contento. (No te digo que lo tengas que hacer con todos. Hazlo con alguno).

3.- Jesús cambia la pregunta al maestro de la ley. Aquel maestro preguntó a Jesús: ¿Quién es mi prójimo? ¿Quién me está próximo, cercano, ¿quién se me aproxima para darle? Pero la pregunta de Jesús es otra: ¿Quién se hizo prójimo?  ¿Quién se acercó al que lo necesitaba? El buen cristiano no espera a que el pobre venga a pedirme, a humillarse delante de mí. El buen cristiano dice: ¿Quién me necesita? ¿Quién necesita mi ayuda, mi dinero, mi tiempo, mi persona? El prójimo no lo elijo, se me impone. Yo puedo cerrar los ojos para no verlo; pero no por eso él dejará de mirarme. Jesús tiene necesidad de mí: de mis manos, de mis pies, de mi corazón. Me necesita para servir a los más pequeños, los más débiles, los más abandonados.

PREGUNTAS

1.- ¿Soy un cristiano teórico, que me conformo con decir que el evangelio es maravilloso? ¿O intento cumplir lo que él dice?

2.- ¿Estoy convencido de que la mejor manera de distanciarme de Dios es dar rodeos al hombre?

3.- ¿Busco a la persona que me cae bien, que me está cercana, o intento ir a la que está lejos y me necesita?

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